Acompañamos el bonito texto de la presentación del libro Abrazando Vértigos, de Grela Bravo, que su amiga presentadora del acto, la poeta May Gañán, compartió con nosotros. Gracias de corazón.
Conozco a Grela Bravo desde que sacó su libro: «No es mi
nombre”, con el que también tuve el honor de presentarla aquí, en
Madrid.
En estos años la he visto transitar por la poesía, el relato, la
narración, y la poesía de nuevo. Porque ella siempre vuelve a la
poesía, aunque mejor cabría decir que ella nunca deja la poesía.
La reivindica. Viaja por la vida con ella, la busca y los versos
siempre la encuentran.
Algo que hay que elogiar mucho y destacar de ella porque, en
tiempos en los que el mundo se desmorona ante nuestros atónitos
ojos, volver a la poesía debería ser un deber para mantener la
cordura. Para ejercitarla. En tiempos en los que un loco con
flequillo rubio intenta devolvernos a las cavernas y cambiar las
reglas del mundo para convertir en cárcel el planeta, la poesía
revela más que nunca su esencia.
Esa capacidad para sacarnos de una realidad que cada vez parece
más esperpéntica y virtual e introducirnos en otra más cercana y
directa, más íntima y por tanto, más verdadera. Porque la poesía
nos toca la piel y bucea por ella para encontrarnos las marcas, las
cicatrices y experiencias que cada uno posee y en las que los
versos resuenan.
En su último libro, «Abrazando vértigos», Grela hace acopio de
abismos, para emprender un metafórico vuelo en plancha sobre
sentimientos que un día escocieran y que ahora, sencillamente
navegan con la serenidad de las letras que se alzan para apenas ser
esbozados en unas líneas con las que dibuja situaciones, da voz a
sentimientos y aventura nuevas maneras de acometer las ganas.
Ganas de amar, de ser, de compartir, de escuchar y estrechar esas
íntimas sensaciones compartidas con quien se ha amado.
Ella sobrevuela con sus versos esas relaciones y con serenidad, las
observa desde la atalaya de la viajera que coge la mochila de la vida
para pasearla por otros puertos y poder observar con perspectiva
los hechos.
Y ella nos habla de hechos con los que podemos empatizar todos.
De vértigos que resultan familiares para cualquiera que pueda
decir que ha amado. Para cualquiera que haya sentido también el
frío de una separación y la distancia de unos pasos enormemente
cercanos que se van alejando hasta crear ese durísimo espejismo
de ida y vuelta que provoca el estar lejos, y a la vez tan cerca.
Y os leo uno de sus poemas que dice:
«Se acerca
Se aleja
Se aleja
Se acerca»
Grela observa la vida y abraza esos vértigos cotidianos
asumiéndolos como parte insoslayable de la propia vida, pero
Grela no sólo los abraza, los viste con innumerables adjetivos ( una
de las señas de identidad de la casa) y se detiene a describir esos
momentos como si los mirara fijamente a los ojos desde el vasto
azul de los suyos, para incorporarlos y aprehenderlos.
Por algo ella misma define esta relación de poemas que hoy nos
presenta como «80 formas de adjetivar…»
Y para adjetivar uno tiene que conocer bien aquello de lo que
habla; tiene que hacerlo vivido, porque el adjetivo sólo puede ser
preciso describiendo una experiencia. Y eso es lo que ella aquí nos
muestra.
Una serie de abrazos que a veces, como en este poema que os voy a
leer, resultan desasosegastes:
«No es tu nombre
Es el sonido de sus letras»
Otras concisos y directos, cuando dice:
«Hay un punto donde se quiebra la vida
En esa intersección precisa
que dibuja la comisura de tus dudas
En tu preciosa sonrisa»
Y en ocasiones son abrazos esquivos a la renuncia:
«Vida
El tiempo enredado entre tus carcajadas
De un eco que no termina»
Grela abraza vértigos con las palabras que teje para aquilatar
momentos.
Para apresarlos y no permitir que se vayan del todo.
O para enseñarles tímidamente la dirección de salida, confiando
en que, conociéndola, nunca desaparezcan y permanezcan.
Porque son esos momentos, esas experiencias vitales y
emocionales, las que nos construyen y nos hacen ser quienes
somos y Grela no renuncia a nada de lo que cuenta.
Pareciera que lo cuenta para hacer su propio inventario emocional,
para seguir alzando escaleras en la estructura de ese fuerte
literario desde el que escribe dando forma a cada verso, a cada
libro.
Fuerte y fortaleza desde la que nos lanza cañonazos que son
«Vivas» al aire en forma de poemas.
Conozco a Grela desde hace años. Y en estos años, la he visto
crecer en sueños y en maneras de alcanzarlos.
Es una mujer tozuda. Se fija metas. Y los motivos que escoge
siempre los propulsan sus ganas.
Inasequible al desaliento es una frase que, en ella, resulta
definición metaliteraria.
La podría llevar tatuada en el pecho y cada letra valdría lo que su
coraje le marca.
Si Grela se propone algo, tened por seguro que ese algo saldrá
adelante; y además, más pronto que tarde.
No hay más que ver lo que ha tardado en poner en pie este libro.
Lo piensa, lo hace.
Ella es así.
Desbordante.
Saca tiempo para su trabajo como psicóloga orientadora en
Barcelona Activa, la ciudad de donde es y en la que vive, para
mover varios proyectos personales a la vez, publicar
este»Abrazando vértigos» y mantener abierta, y muy activa su
página de gestión cultural Articularte.
Todo esto hace esta mujer que, además es madre y aunque la veáis
así de guapa y de divina, también tiene otro libro publicado que se
titula «Sobrevivir al dolor», porque es un tema con el que convive
a diario, un infame compañero que le intenta anclar las alas cada
día, aunque no lo consigue, porque ella ya ha demostrado que es
más fuerte que el enemigo.
Ella trabaja, sueña, proyecta y crea mil razones nuevas cada día
para hacer esta vida algo más enriquecedora e interesante.
Por todo eso, creo que hoy es una ocasión bonita para que, los que
no la conozcáis todavía, le pongáis cara y nombre, la escuchéis y
podamos disfrutar todos juntos de su poesía.
May Gañán, artista poeta y periodista
Mis respetos para usted doctora Natalia. Eres un sol entre tanta obscuridad. Muchas gracias por su trabajo, gracias por despertar…